26 mar 2013

Católicos abstenerse.

La reciente asunción del ex-Arzobispo Argentino al Papado, ha abierto revoltosos debates: Desde los más acérrimos defensores de la figura Papal y Eclesiástica, hasta aquellos que se atrevieron a remover la brea impregnada en el pasado de los protagonistas. El tema se impone por su peso: Religión, Papado, Estado, Dictadura y Latinoamérica.



Generalizar y englobar a todos, como si fuera el pensamiento y el espíritu de uno, suele ser un error que no perdonan ni los que se sitúan a un lado ni al otro de la media. Sin embargo, siguiendo la "Campana de Gauss", hay un común denominador representativo que indica estructuras y comportamientos. De no ser así, no habría sujeto colectivo alguno. 
Con esa media practicante, fanatizada, resulta muy difícil intercambiar una idea que haga evolucionar la idea. Si el punto de partida es el absoluto-perfecto, la idea encerrada en lo absoluto, el punto de llegada, será exactamente eso, el mismo absoluto. Y entonces, ninguna reconsideración o progreso es posible. 
Pero como el universo de la modernidad es diverso, están los otros, los que miran al mundo y aceptan sus cambios, sean creyentes o no. Con ellos, justamente con ellos, sería bueno dialogar. 

¿Qué tema? 

La cuestión podría ser cualquiera, pero en estos días bergoglianos, parece que el tema se impone. 
Como un hecho inédito, fantástico y auspicioso -exageramos los adjetivos para que se note que somos latinos- asume un papa argentino. 
En minutos creemos que Dios nos ha bendecido, que ¡Dios es argentino! Es una verdad revelada: ¡los milagros existen! 
La esperanza, tan natural del hombre, en nosotros es euforia. Inmediatamente creemos que los santos vendrán a vivir a estas latitudes y que los diablos huirán despavoridos. 
La oposición política entiende que la divinidad ha elegido a un papa enfrentado con CFK para darle un golpe de knockout y por fin mandarla al infierno. Algunos se presentan con trajes inmaculados ante el Sumo Pontífice como queriendo disimular sus máculas pasadas. 
Luego la presidenta (con "a") almuerza y conversa por más de dos horas y media. Por ese sólo hecho algunos quedan confundidos. En concordancia con el sucesor de Pedro, la presidenta llama al diálogo y "a no vivir con odio". Ahora sí, el desconcierto es total. 
¿Qué significado tienen estos acercamientos? ¿Cómo será la relación del papa y su poder con el otro poder? ¿Cómo será la direccionalidad del pontificado? Nada se sabe, luego, todas las hipótesis y elucubraciones son válidas. 
Hay gestos que son muy loables, no cambiar sus zapatos gastados de calle por los vergonzantes de Prada, no abusar de la mitra, tan paradigmática del poder y la ostentación del poder, ya indican algo -o mucho tal vez-. Al respecto del pasado dice Borges en "Cristo en la cruz": "No le está dado ver la teología.../ la púrpura, la mitra, la liturgia,/ la conversión de Guthrum por la espada,/ la Inquisición, la sangre de los mártires,/ las atroces Cruzadas, Juana de Arco,/ el Vaticano que bendice ejércitos..." 
Sin embargo, cuidado, la humildad es una virtud personal que no habla de gestión. En ese reinado no está en juego el cuero de la casa italiana, está en juego el cuero de millones de indefensos. 
Y si todos estos gestos resultan extraordinarios, es porque lo ordinario, lo cotidiano que hace a la historia, estaba lejos de ser lo que los pobres reclaman, y el absoluto-perfecto que muchos sostienen. 
En todas sus alocuciones y sermones iniciales el papa ha sido políticamente correcto. No hay referencia a ningún tema controvertido. Ningún asesor podría haberlo aconsejado mejor en esas intervenciones profanas y religiosas. 


Puertas adentro 

Más allá de las virtudes individuales, de lo que se trata, es de la orientación que le dará a una Iglesia, que aunque niegue sistemáticamente todo, tiene serios problemas estructurales. Dentro del plano del Estado del Vaticano, una caja negra en las finanzas y un manejo que desde décadas atrás está sospechado de lavado de dinero y vinculaciones con la mafia internacional. 
La pederastia ha alcanzado niveles indisimulables. Si en un gesto de valentía, como dicen los medios periodísticos ha "echado" a Bernard Shaw, la medida en sí misma es un reconocimiento explícito al encubrimiento y un accionar non sancto de nada más y nada menos, que de un cardenal elector. 
Queda saber qué es lo que va a hacer con temas muy controvertidos dentro de la propia Iglesia como el celibato (¿alguna relación con la pederastia?), el rol de las mujeres en el oficio religioso y en la estructura de la Iglesia ¿Cuánto más podrá sostenerse una estructura que margina a la mitad de sus miembros? El listado podría continuar, pero en definitiva son cuestiones que debe resolver o seguir en el statu quo actual. En este sentido las opciones son múltiples, entre ellas, retomar una Iglesia post Concilio Vaticano II o seguir con la idea de una Iglesia preconciliar. 

Puertas afuera 

Karol Józef Wojtyła asumió (o tenía) un claro mandato: terminar con el "monstruo intrínsecamente perverso del marxismo". La tarea fue consumada, luego de la caída del Muro de Berlín, quedó un mundo sin alternativa y listo para aplicar el "Consenso" (sin consenso) de Washington. El neoliberalismo tenía el camino expedito para avanzar y producir uno de los fenómenos económicos-políticos más extraordinarios de la historia: la globalización. 
Por supuesto que el tercer mundo fue carne de cañón para el experimento. Toda Latinoamérica fue nuevamente colonizada, más sutilmente, sin tantos pueblos masacrados. Ahora no hacía falta, porque hacían falta clientes y consumidores. 
Luego de una nueva década infame, los pueblos se atrevieron a plantear modelos alternativos al capitalismo y uno a uno, y unidos como nunca, salieron del infierno terrenal. No con rezos mágicos, de la pobreza no se sale con rezos mágicos, sino con políticas populares (esas que los conservadores llama populismos). 
Es fantástico que el papa hable de los pobres y del flagelo de la guerra. Ninguna religión, ni ninguna organización pueden oponerse a semejante anhelo. La opción preferencial por los pobres es una misión constitutiva desde la misma génesis, aunque hay que decirlo, el sector de la OPP no ha sido precisamente el bendecido. Pero bueno, más tarde o más temprano, este papa tendrá que llamar las cosas por su nombre. 
¿Cómo es posible que la medida más importante de los últimos tiempos en favor de los pobres no sea reconocida en su justa dimensión? En efecto, según una investigación del CONICET, la AUH ha producido la reducción de pobreza, del 32,6 al 13,1 por ciento. Otro 1,5 millones de indigentes dejaron de serlo. Los resultados más contundentes de las últimas cinco décadas. Ha aumentado la escolaridad llevándola a niveles inéditos. Por otro lado, ha disminuido la desigualdad entre los que más tienen y los más desprotegidos (o los pobres a secas), poniendo a la Argentina como el país más igualitario de la región. Claro, esos no son datos que a todos les cause alegría. 
¿Y la guerra? La guerra no es un abstracto. Tiene un actor protagónico excluyente. En cualquier guerra de los últimos 50 años se encontrará indefectiblemente directa o indirectamente los tanques, aviones (o drones) y flameando la bandera tricolor. El apoyo incondicional en la guerra de las Malvinas a los ingleses, ilustra y exime de mayores comentarios. 
Y por fin, en nombre de los pecados cometidos, la Iglesia tendrá que pedir perdón por su participación en el infame proceso cívico-militar de destrucción y muerte. 

Entonces sí. 

Si este papa decide estar del lado de los pobres, más allá del discurso, de una misa en la villa o de muchos sermones al respecto, si decide en serio ponerse del lado del pueblo, combatiendo al que genera la pobreza y la guerra, estamos ante un extraordinario cambio de paradigmas. Porque llegamos al punto ¿Quién genera la pobreza? o dicho de otra manera ¿por qué se genera la pobreza? Si estas preguntas no se resuelven, la incógnita ideológica sigue operando en la oscuridad, los ríos subterráneos siguen fluyendo y los pobres seguirán surgiendo como vertientes infinitas y toda la Iglesia seguirá siendo -en el mejor de los casos- una buena ambulancia para recoger los despojos humanos que genera y entrega el sistema. 
Miles de colectas serán insuficientes, como lo fueron siempre. 
Entonces, hay que hablar de los imperios, hay que hablar de las causas que generan pobres y las políticas para combatir la corriente soterrada. 
Y hay que hacerlo junto a los gobiernos democráticamente elegidos, no poniéndose por encima, no imponiendo creencias de una institución sino aceptando la pluralidad de los pueblos y los destinos elegidos. 
El futuro está abierto y es incierto pero "Por sus frutos los conoceréis". 
Si esto sucede, vale la pena todas las euforias, porque entonces sí, dios es argentino.



Álvaro Olmedo
Politólogo - UNSJ


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