7 mar 2013

Nuestro adiós a Hugo Chávez Frías

Ha fallecido "ese extraño dictador"; nunca mejor denominado por Eduardo Galeano. Tan temido y demonizado por sectores de la sociedad argentina por "zurdo" y "socialista". No se tratará, aquí, de mitificarlo, o bien de santificarlo. Hugo Chávez no será recordado como un santo, sino por algo mejor que eso.

¿Qué podría decirse de lo que no se ha dicho en su tiempo? 

Todo. Porque, en verdad, muchos son los que ignoran lo que sucedió en Venezuela en los últimos 14 años. El Comandante Hugo Chávez Frías para muchos era aquel dictador, o nunca mejor dicho por Eduardo Galeano, “ese extraño dictador”, amigo de Néstor Kirchner y Cristina Fernández que representaba un peligro para nuestra sociedad por “zurdo”, por “socialista”. La hermandad ideológica fue traducida por clichés mediáticos, donde la Cuba comunista también participa despectivamente, socavando el escenario de la opinión pública. Su imagen vaciló entre demonios y orates (es decir, de poco juicio y prudencia), y eso no es sino un logro de los formadores de opinión pública por excelencia –los medios de comunicación – de cooptar muchas conciencias. La desinformación fue la clave, como el uso de condicionales a la hora de “informar”, que aseguró el éxito de la operación “anti-chavista” en suelo argentino.

Ese extraño dictador, haciendo un uso placentero de esta expresión, ha sido apoyado por el pueblo venezolano, mediante voto popular, en 13 elecciones durante los últimos 14 años; una de ellas histórica: siendo el primer presidente en poner a disposición su mandato en un referéndum popular. Lo ganó con el 60% de los votos. La popularidad de este líder venezolano ha sido pocas veces registrada en la historia de los escenarios políticos. 
Su llegada al poder, suscitó algunas miradas atentas, extrañas y ajenas, para luego convertirse en padre de los analfabetos, hermano de los monos pobres y desterrados al olvido, e hijo mayor de la conciencia latinoamericana – también nacional y popular – de Bolívar y San Martín. En efecto, atrajo dos enemigos propicios para la construcción de la Patria Socialista: los privilegios de las clases y grupos dominantes, y la propiedad privada. 

Ese extraño dictador reinsertó, además, a Venezuela en la economía mundial – ahora con una de las reservas de petróleo más grandes del mundo – ubicándola en las mejores posiciones de la región. Acercó el Estado al pueblo, llevando salud, alimentación, trabajo, vivienda y educación. Logró que Venezuela sea el país de la región con menor nivel de desigualdad, reduciéndola en un 54% y, también, la pobreza en un 44%. 
Y qué decir de las alianzas estratégico-económicas con los demás gobiernos progresistas de la región. La hermandad ideológica de igualdad, justicia social y soberanía económica, imbuida en la necesidad de unidad, el desarrollo y progreso de la región, se traducen en los propósitos del ALBA-TCP, la UNASUR y el MERCOSUR. Y, con gran osadía y determinación, del entierro del ALCA y los atropellos de Estados Unidos. Hugo Chávez fue precursor y pionero del actual proceso histórico de re-valorización del ser latinoamericano junto a Néstor Kirchner y Lula da Silva, y de la construcción más cercana de la postergada Patria Grande.

Más que decir y enumerar los logros de la Revolución Bolivariana, hoy se enarbolan.  El liderazgo de Chávez, histórico definitivamente, modificó la conciencia social, y en especial de la juventud, que ya no es la misma. El legado que se recoge supera políticas irresolutas de un gobierno truncado por la muerte de su líder. Para el pesar de muchos, y alegría de muchos más, hay “chavismo” por muchas décadas más; y sólo le bastaron 13 años de lucha. 
La ausencia del Comandante se hará notar, por conductor y soldado de este proceso histórico. Con firmeza y seguridad, mientras batallaba con su enfermedad, indicó a su pueblo quién ha de continuar la lucha de la Patria Socialista. Sin embargo, se debiera prestar atención especial a los tiempos que se avecinan. Suele suceder que los poderes económicos y corporativos que pierden espacios de dominación frente a gobiernos populares, buscan revancha. Allí la lucha continúa. 
No se trata de mitificarlo, o bien de santificarlo. El Comandante Hugo Chávez Frías no será recordado como un santo; seguramente se lo recordará por algo mejor que eso. Ni tampoco de que quienes ayer lo aborrecían, hoy lo “reconozcan” (chicana necrofílica por cierto: al fin y al cabo, ya no respira). Dicha acción no les pertenece; pues él no pertenecía a anti-política de la opinión pública ni a la falta de compromiso ético-político de la praxis. 

Tiene, por sobre todo, un pueblo que lleva su nombre. 




Victoria Godoy
Estudiante de Ciencias Políticas de la UNSJ


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