4 mar 2013

"Yo me voy, pero la cola que dejo es larga"

Mariano Moreno (1778-1811)El 4 de Marzo de 1811 muere envenenado en altamar Mariano Moreno, hombre destacado de la Revolución de Mayo. Su rivalidad con Saavedra desencadenó en su renuncia y pronta muerte, pero su trayectoria como educador e ideólogo revolucionario, principalmente, dejan un legado que debiera ser recogido por el pueblo en un homenaje multitudinario.


¿Quién fue Mariano Moreno? 


El 25 de Mayo de 1810 el pueblo se volcó en la plaza para rechazar la decisión del cabildo, luego de las invasiones inglesas y algunas convulsiones, de designar a Cisneros como presidente de la Junta. Cisneros no tuvo otra alternativa que renunciar. French y Beruti traerían el aval de los vecinos sosteniendo los nombres para conformar aquel primero gobierno patriótico. Los nombres eran: Saavedra presidente; Castelli, Belgrano, Azcuenaga, Alberti, Matheu y Larrea, vocales. Paso y Moreno secretarios. Ese día se ponía en marcha un país, una Nación Mariano Moreno sería su máximo inspirador y ejecutor. 


Moreno era un abogado de origen humilde que había podido estudiar gracias a la ayuda de un cura rico del Alto Perú, Felipe Iriarte, quien conoció por casualidad a Mariano y quedó conmovido al ver su inteligencia y sus aptitudes para el estudio. El joven partió con la idea de hacerse sacerdote, pero una vez en la universidad truncó sus estudios eclesiásticos y se inclinó por las leyes. 
Chuquisaca fue para Moreno la escuela de su vida; allí conoció dos cosas que lo cambiarían para siempre: 1) El aberrante espectáculo de la explotación indígena. Vio como eran explotados, obligados a trabajar prácticamente hasta morir- a los enviados se los despedía entre gritos y llantos porque se sabía que no volverían-. Sobre este tema pronunció, en 1802 una disertación “sobre el servicio personal de los indios”, a los que se los enviaba a las minas acusados de “holgazanería”. “Unos hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en una tierra que la naturaleza enriqueció con su opulencia”, decía el joven Mariano. Había viajado a Potosí para ver en persona el inhumano espectáculo. Y 2) Las ideas de los teóricos revolucionarios: frente a la hegemonía liberal, defendida desde la teoría por Locke, que daba lugar a los vicios privados como el egoísmo, la ambición y la competencia; Moreno prefirió adoptar el pensamiento de Rousseau que defendía la igualdad y fue acogido por los Jacobinos con Robespierre a la cabeza. El ideal de Robespierre y los Jacobinos era plasmar la soberanía popular y fundar el reino de la igualdad. “Ningún ciudadano debía ser tan rico como para comprar a otro, ni tan pobre como para verse obligado a venderse”, decía Rousseau. ¿Acaso Rousseau y Robespierre vivían en una misma persona?;¿El devenir de la dialéctica, habían convertido a Mariano Moreno en un molde más perfecto y acabado? 
Ya de regreso a Buenos Aires, a su pluma se debe el documento que sustanció legalmente la destitución del virrey Sobremonte por su penosa actuación en las invasiones inglesas. En la representación de los hacendados, mas que como un abogado encargado de patrocinar a su cliente, Moreno procedió como un político que defiende una gran causa nacional. Como participe del cabildo abierto del 22 de mayo, Moreno decía a su amigo Vicente Fidel Lopez : ”…estoy caviloso y muy inquieto. Acabo de saberlo, y si no nos prevenimos, los godos nos van a ahorcar antes de poco. Tenemos muchos enemigos y algunos andan entre nosotros…”. Sus palabras serían una premonición, Mariano sería la primer victima de los que amparándose en la revolución, resistirían todo cambio de fondo. 
Moreno entendía que la revolución no se había hecho para una ciudad, sino para todo el virreinato. Pensaba que era necesario una conciencia en la población de la legitimidad del curso patriótico. Con ese fin, funda un periódico, La Gaceta de Buenos Aires, llevando en su epígrafe un pensamiento de Tácito: “Rara felicidad la de los tiempos en que es licito sentir lo que se quiere y decir lo que se siente.” 
Funda la Biblioteca Nacional, el 7 de septiembre de 1810; fue otra de sus tentativas de disipar el oscurantismo colonial y poner los avances de la cultura al alcance de todos. Moreno dispuso editar El Contrato Social, la obra de Rousseau que había despertado su mente en Chuquisaca, y escribió en su prólogo: “Si los pueblos no se ilustran, sino se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía.” 
Puso énfasis en la educación, comenzando por proporcionar nuevos edificios a los ruinosos colegios. Además fijó sueldos dignos para los maestros y creó el cargo de visitador de escuelas. El 16 de julio abrió la academia de música y el 9 de agosto respaldó públicamente a Belgrano en la creación de la escuela de Matemáticas. Garantizó a todos los extranjeros que se dedicaran “a las artes y cultura del campo” el ejercicio de todos los derechos del ciudadano.

Su concepción de la revolución no se trataba solo de reemplazar a los españoles por criollos. “El país no será menos desgraciado por ser hijos suyos los que lo gobiernen mal”, escribía en la Gaceta. Lo sustancial no eran los hombres, sino los principios con que debía gobernarse. En otro articulo, destacaba el papel del congreso a convocarse y las pautas que debía adoptar con vistas a la organización Nacional. La predica de la Gaceta a favor de la independencia no era mera retórica, ya que al mismo tiempo se armaban los ejércitos para pelear con los realistas. 
Estaba convencido de que la Constitución que el congreso debía sancionar, debía ser instrumento de cambio, basarse en la justicia, que es la base verdadera de toda libertad, en la división y equilibrio de los poderes y en la soberanía popular. Pero sus enemigo lograron incorporar diputados del interior, que no conocían las ideas de la ilustración, eran ultra-católicos, absolutamente conservadores y por sobre todo continuadores del espectro colonial. 
El sentido del cambio autentico no cabía en la cabeza de Saavedra, ni del Dean Funes. Estos vieron su principal enemigo, no en las fuerzas realistas que se disponían a sitiar la revolución, sino a ese hombre lúcido, activo y audaz que la encauzaba osadamente. Tanta audacia no tardaría en ser castigada. 
Un hecho vino a terminar con las relaciones del presidente y el secretario de la junta: el 5 de diciembre de 1810 se realizó en el cuartel de patricios una fiesta para celebrar la victoria en Suipacha. Mariano quiso asistir pero se le negó la entrada. Un oficial, llamado Atanacio Duarte, propuso un brindis por Saavedra, llamándolo “emperador” y exaltándolo como “el primer rey de América”. Este hecho indignó a los demás miembros de la junta y especial mente a Moreno que redactó el 8 de diciembre un decreto que anulaba los mismos honores del virrey para el presidente de la junta. El propio Saavedra tuvo que poner su firma al pie del decreto, pero juro vengarse del “malvado Robespierre”. 
Para terminar con el secretario de la Junta, Saavedra completó su maniobra consistente en incorporar a los diputados del interior. Moreno agobiado, exhausto y prácticamente derrotado renuncia; ya lo habían separado de Castelli y Belgrano, por lo que empezaba a sentirse solo y a temer por su vida. Su amigo Vicente Fidel López comentó que el propio Moreno le dijo que “estaba sujeto a insomnios terribles”. En consideración con sus dotes, su renuncia no fue tratada; Mariano Moreno era respetado incluso por sus adversarios. Pide ser destinado a funciones diplomáticas. La junta aceptó y decidió mandarlo a Londres; “yo me voy, pero la cola que dejo es larga” dijo Moreno al partir. 
Al zarpar, su esposa Guadalupe Cuenca, recibe un abanico y guantes negros (indumentaria de luto), con una nota que decía: “Estimada señora, como sé que pronto va a ser viuda, me tomo la confianza de remitirle estos artículos que pronto corresponderán a su estado”. 
En altamar, Moreno empieza a sentirse solo y enfermo. El capitán, de dudosa identidad , no accede a que desembarquen en un puerto cercano. En ausencia de un médico abordo, el capitán le suministra a Mariano extraños remedios: fueron 4 gramos de Antimonio Tartárico (40 veces mas de lo que se conoce como una dosis letal). Fueron tres días de agonía que terminaron con su muerte el 4 de Marzo de 1811. Mariano Moreno tenía apenas 32 años y solo 7 meses de vida política; pero le bastaron para convulsionar las arcas de este lado del mundo. 
Sus restos fueron arrojados al Mar.

Con Moreno empieza a morir también una parte de la revolución, la más ligada a una verdadera esperanza de cambio sobre estas tierras. El abrazo de las olas del mar puedo envolver el cuerpo de Mariano Moreno, pero no apagar el fuego de su espíritu. 
Aun así, su obra desplegada en la patria naciente no valió para su reconocimiento a lo largo de toda la Argentina. Mas en San Juan, no sólo se lo desconoce como educador siendo el impulsor de la primera biblioteca popular sino que la biblioteca importante lleva el nombre de un prócer norteamericano (B. Franklin). En la tierra de Sarmiento, existe una escuela que lleva su nombre pero se conoce como “central” y una calle no muy transitada y poco conocida. Las currículas escolares no están a la altura de su legado, siendo Mariano el primero, junto con Belgrano, en defender a los pueblos originarios. Por ello tampoco tiene un monumento ni placa con esta mención, pero Julio Argentino Roca -ideólogo y ejecutor de la campaña de exterminio de nativos en el sur- tiene el monumento más grande del país.


Noel Bazzetti
Estudiante de Ciencias Políticas  de la UNSJ





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