16 mar 2017

¡QUÉ ME IMPORTA TENER LA RAZÓN!

Una experiencia reciente, de poco interés para un obsesivo trascendental,  y banal –si se mira con un ojo – sucedió como una “fuga de voces fugaces…”


Mientras esperaba ser atendido, una señora charlaba con la peluquera. Los temas eran diversos: los chicos, las nueras, el colegio y las notas. Luego tocaron los precios, el clima y la inseguridad. Algo quedaba claro: Los precios son el termómetro con los que la sociedad mide su estabilidad emocional. Esto no puede entenderse, si no consideramos a los sujetos con una inseguridad inmanente, y con un deseo permanente de reducir los márgenes de incertidumbre a través de la fabricación de elementos como, la Civilización, la Ciencia y la Religión.
Pasado unos momentos, la señora se hizo eco del Discurso circulando por los medios de comunicación, “estamos mal, y es por culpa del gobierno anterior”. Los argumentos para defender la hipótesis no fueron ninguna novedad: el Estado había estado malgastando la plata sumado a la que se robaron, se entendía la crisis actual.
Sin embargo, esto no era lo que realmente me llevé de escuchar aquel diálogo lleno del ruido e  interferencia de los medios de comunicación (¿Diálogo?) sino, una aclaración llamativa y reveladora de lo que, en el fondo, piensa la gente de la coyuntura. En un momento dado, la peluquera dijo a la señora: -Mirá, este chico (haciendo referencia a mí) es Kirchnerista, así que dudo que le podas ganar un debate. Mi respuesta fue una sonrisa forzada y una muestra de humildad desesperada e inútil.
La inutilidad de mi humildad no es un recurso retórico para deleitar al lector. Fue realmente así. Ya era tarde, ninguna aclaración era válida ni efectiva para hacer creer lo contrario.

HE AQUÍ LAS REFLEXIONES OBLIGADAS…
La espontaneidad de la expresión de la peluquera revelaba la sinceridad de lo que decía.
Podemos realizar un abordaje semántico y pragmático de eso.
Aspecto Semántico: Concentrándonos en el significado, podemos dilucidar el sentido de lo que la frase quiere expresar. Aquello que dice lo que todos esperan que diga. Para esto, tomamos algunas palabras fundamentales: “Dudar”; “Ganar”; “Debate”.  Entiendo que la secuencia discursiva no es una casualidad del Lenguaje, sino su intencionalidad a merced de nosotros (los hablantes)
No es lo mismo la “Duda” que la incertidumbre. La primera es siempre metódica, es un momento necesario del conocimiento, un escalón en el encuentro con la verdad. Esto es fácilmente comprobable, pues, si dudamos…siempre dudamos de algo o alguien. Por el contrario, la incertidumbre, es una suspensión de la negación y de la afirmación. Tengo incertidumbre porque no sé si tengo que dudar o no. Estoy descolocado.
Mi peluquera no se encontraba en la segunda situación. Ella dudaba (que mi interlocutora pudiese ganarme un debate)
Por otro lado, el término “Ganar” da cuenta de una competencia que se da entre dos o más partes, en la que alguna se superpone entre el resto. Ganar, como Victoria.
El “Debate”, dicen,  viene del latín “debattuare” y éste, de “Battuare”, lo que hace referencia a una batalla. Es más que una exposición de ideas, es la confrontación o contienda de ideas. Esto es posible siempre y cuando hallan distintas ideas y/o matices. Es un acto comunicacional. No hay comunicación verdadera sin la confrontación de ideas, lo que explicaría el falso diálogo que puede haber en las redes sociales, en el que muchos optan por “dejar de seguir” a aquellos que presentan una opinión distinta, así como “agregar a amigos” que piensen parecido. No hay cuerpo en las redes sociales.

EN LA PRAXIS DEL LENGUAJE…
En la dimensión de los significantes, se hace más importante el contexto de producción del mensaje.
“Dudar”, en el decir de la peluquera, quiere significar lo contrario a lo que dice: “No dudo”. Está afirmando. No es metódica su duda, no está esperando salir de la situación de duda porque, si así fuera, nos invitaría inmediatamente a debatir con la señora –que esperaba ser atendida.
“Dudo que le podas ganar un debate”, quiere decir, en realidad, “no le vas a ganar un debate”. Mi peluquera no estaba esperando una contienda de ideas, más bien la está evitando. Y para ello, me da por ganador de antemano. Sin embargo, y para peor, “ganar” acá significa todo lo contrario, es “perder” ¿Por qué? Porque si la señora no me va a ganar un debate, quiere decir que yo tendría argumentos de sobra para dejar callada a la señora. Yo tendría la Razón. Pero, en realidad, la peluquera puede estar diciendo que, “yo, en tanto Kirchnerista, siempre creo tener la razón” por lo que es imposible ganarme, ergo, debatir conmigo.
¡Yo no gané! En realidad perdí. Por eso mi humildad desesperada.
El Debate si no me vincula con el otro, no sirve. Menos si la esfera de la temática se halla en las dimensiones más importantes que atraviesan al ser-humano: La Política y la Religión. Aquello de lo que no se habla en la mesa…porque todos tienen razón, todos son ganadores, ergo, hay que evitar el debate.
Nadie tiene razón si no hay alguien que se lo acredite. Si uno dícese tener razón, aislado de los demás, es un loco (“El loco tiene certezas”) Si dos tienen razón, hay una tragedia, y la disputa se resuelve por las pasiones (“Dialéctica sin posibilidad de síntesis”) Si hay un tercero, ya hay una posibilidad de “Hegemonía”, un tercero convence a un segundo y posiciona su verdad en una situación de dos a uno.

No importa si uno cree tener razón, el debate tiene que acercarnos. Si no, no tiene ningún sentido. Para esto, hay que moverse en el terreno de las creencias, porque no es la razón, sino la fe la que permite ligarnos. Primero están las creencias de la gente, su esperanza y luego su filosofía y su ciencia. Es lo que les permite tener algo parecido a una salud psíquica.
En la mesa no se habla de Política y Religión, por miedo a disgregar, miedo a la soledad del loco, ergo miedo a que se caiga la equilibrista mental (Psiquis).
¡QUÉ IMPORTA TENER RAZÓN, SI ME PIERDO DEL OTRO!

Santiago Daniel Riveros
Estudiante de Ciencia Política



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