23 feb 2014

Una respuesta al fenómeno Populista: primera parte.

Durante mucho tiempo, el entendimiento del populismo ha estado plagado de sesgos ideológicos anti-populistas, cuando no, anti-políticos. Todo lo populista es concatenado con una idea de exceso peligroso y de la necesidad de la recuperación de un orden perdido. Los paradigmas positivistas y la preeminencia de la Lógica se han esforzado por hacer razonables, epifanías de la realidad que muchas veces –y como es en este caso- se escapaban de sus brazos… ¡tan cortos para abrazar realidades tan grandes!





Se hace imprescindible mirar ciertos fenómenos con los ojos apropiados. Decir apropiados no es menor, tiene que ver con pararse en un paradigma que nos provea de elementos conceptuales que nos permitan acercarnos al objeto de estudio. Un objeto que, como se sabe, ya no es “objeto”. 
No es la intención central de estos escritos, el ahondar sobre un problema gnoseológico, sino más bien, abrir la puerta hacia nuevas perspectivas que nos ayuden entender manifestaciones sociales y políticas (si acaso pudiéramos hablar de ellas en forma escindida. Recuérdese, por ejemplo, el <Zoon Politikon> de Aristóteles)
Si a este debate planteado, además agregamos el problema que puede infundir la comprensión de una palabra tan controvertida –de la que se ha hecho uso y abuso- como es el “Populismo”, entonces ya podemos auto-rotularnos de busca-líos. 
Se hace menester la eficacia de la palabra, para que el lector pueda hacerse de ellas. En esto la extensión también es importante: “a mayor extensión, menor comprensión”.

Durante mucho tiempo, el entendimiento del populismo ha estado plagado de sesgos ideológicos anti-populistas, cuando no, anti-políticos. Desde ahí -una verdadera <Weltanschauung>- todo lo populista es concatenado con una idea de exceso peligroso y de la necesidad de la recuperación de un orden perdido. ¿Por qué? Los paradigmas positivistas y la preeminencia de la Lógica se han esforzado por hacer razonables, epifanías de la realidad que muchas veces –y como es en este caso- se escapaban de sus brazos… ¡tan cortos para abrazar realidades tan grandes! 
Es por esta “falta” que se emprendió todo un camino de vituperación del populismo, un concepto al que no puede llegarse desde la mera racionalidad. Y es justamente el factor pasional el que terminó por convencer a los teóricos de que se trataba de una “irracionalidad” a la que se debía denunciar. A partir de aquí, la teoría fue avanzando por una representación del fenómeno en cuestión, como si se tratase de algo patológico y anormal. 
Es a partir de esas discusiones que se sucedieron en los siglos pasados, respecto a la “Psicología de las Masas”, que se perfiló lo que debía ser considerado normal o sano y lo enfermizo o patológico. Desde entonces –ya con Le bon y su estudio de la “muchedumbre”- todo fenómeno de masas quedó estigmatizado en el bando de lo anormal. 

De lo anterior, nos remontamos hacia adelante en la historia, cuando Foucault le habló a sus alumnos acerca de los <Anormales>: figura que ha ido presentándose en la historia y que resulta de una combinación entre el Monstruo, el Incorregible y el Onanista. Será por esto, capaz, que Borges odiaba al Peronismo, justamente, porque en cuanto “populismo”, representaba un exceso de las pasiones. Será por esto que en “La Fiesta del Monstruo”, cuento que escribió junto a Bioy Casares y en el que se presenta una nueva forma de ese consejo romano, que reza “Pan y Circo”. La fiesta de la hablaba Borges, tenía que ver con una celebración montada, engañosa, manipuladora, en el que el Monstruo (Perón) era no solo la atracción de los jóvenes peronistas (a los cuales el escritor les atribuye caracteres nazis) sino también, él mismo, el espectador de su engaño, empalagado de esa fiesta que se le armaba. Por lo mismo, habrá dicho el escritor que “los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles”. Ni que hablar de todo el odio del que está teñido todo el relato, entre lo que podemos destacar la utilización del “Lunfardo” para hablar en la persona del militante político (Recordemos que el Lunfardo, era odiado por Borges). 
Pero no solo fue Borges quien bebió el veneno del odio popular, cuando se trató de mirar hacia el Pueblo, otro gran ejemplo fue el magnífico Sarmiento (ambos autores muy admirado por quien escribe) en su famosísimo “Facundo”. Aquí, el maestro advierte que lo salvaje, lo instintivo y bárbaro, se convierte –con Rosas- en sistema y cálculo. 
Leyendo ambas obras mencionadas, encontramos las mismas señales: lo popular es lo ignorante, lo irracional, lo engañado, lo estúpido. Y el Líder que conglomera esa -desde ahora- mal llamada “masa”, es el Monstruo, una excepción natural, un psicópata, un manipulador, un Loco, etc. Veamos algunos ejemplos paradigmáticos:

- “Los pueblos en masa no son capaces de comparar distintamente unas épocas con otras; el momento presente es para ellos el único sobre el cual se extienden sus miradas…” (pág. 80. Facundo)

- “No me cansaba de pensar que toda esa muchachada moderna y sana pensaba en todo como yo, porque hasta el más abúlico oye las emisiones en cadena, quieras que no.” (La Fiesta del Monstruo)

Lo anterior son solo dos pasajes claves. Todo esto podría resumirse en la expresión de Séneca, al decir: “Vulgus veritatis pessimus interpres”.
Y podríamos seguir con los ejemplos, porque no es casualidad que mucho de lo que se dice acerca del Kirchnerismo actualmente, esté enmarcado en el mismo discurso que aborrece lo popular. Digamos algunas cositas cuasi-anecdóticas: Borges decía que entre la militancia peronista, se repartían “Bufosos”. La misma mentira canalla se dijo de los militantes de la agrupación “La Cámpora”. Borges relata cómo los militantes mataron a piedrazos a un sinagoga que pasaba cerca de ellos. De esta forma, el Peronismo pasó a ser la versión Nazi de la Argentina. No es casualidad que el diario La Nación, publicara una nota llamada “1933”, advirtiendo a los lectores, de estar alerta frente al fenómeno “K”, porque guardaba “serias” coincidencias con el surgimiento de los Nazis y con la llegada de Hitler al poder.
Gustave Le bon habló de la imitación, el contagio y la afirmación. Ahora bien, aún si el Líder fuera un “psicopatón” capaz de engañar y “convencer” millones de personas (démosle la razón un ratito a estos Iluministas) podríamos preguntarnos: ¿qué hay en el pueblo que ha dejado engañarse? La cuestión no es menor, porque siguiendo el razonamiento de que el pueblo es un todo homogéneo que no piensa, sino que acata todo lo que se le dice; llegamos a concluir lo que el autor del Aleph dijo alguna vez acerca de la Democracia: “Un vicio de las estadísticas”. 
¡Cuántas casualidades juntas! ¿No se habló alguna vez de que el gobierno de CFK era una Dictadura? ¿No se habló acaso, de que Chavez era un Dictador? Si el populismo pone en peligro el orden ¿será mera casualidad que salgan políticos opositores a reivindicar la “república”? ¿Será esa “grieta divisoria” la versión nueva de un discurso que considera que –con el Kirchernismo- se ha perdido un añorado orden? ¿Será casualidad que Sarmiento sea un crítico de las “excesivas” fiestas patronales que se hacían en el gobierno de Rosas? ¿Serán las críticas a los festejos por los 30 años de Democracia ininterrumpida, la fiesta del Bicentenario y de la Década Ganada, una variante del discurso Sarmientino? 

Una respuesta

Y pensar que en no fue hasta el inventor del Psicoanálisis, que se dio vuelta la historia de la opinión acerca del fenómeno popular. La clave la tenía Freud, cuando dijo: “Todo lazo social es un lazo libidinal”. Y para observar el comportamiento de la masa, no analizó a conglomerados fugaces carentes de organización, por el contrario, se internó en instituciones sociales ancladas, como lo es la Iglesia y el Ejército. Desde entonces, la mirada al fenómeno popular, ya no puede ser el mismo.

Santiago Riveros Oliva
Estudiante de Ciencias Políticas de la UNSJ


About Me

Mi foto
Contactarse a cuatroestudiantes@gmail.com.ar Bazzetti Noel Godoy Ma. Victoria Riveros Santiago Estudiantes de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales - UNSJ.