Existen múltiples perspectivas en
el debate teórico-político actual. Si bien algunas de ellas no dejan de
pretender especificidad disciplinar atenta al campo autónomo y supuestamente irreductible
de la Ciencia Política ,
lo cierto es que semejante aspiración no deja de ser problemática como lo
advirtió Klaus von Beyme hace ya más de dos décadas. Basta señalar, por ejemplo,
las vertientes más importantes de la «teoría de la democracia», a la cuales, por
su confusa relación con la Ética, se las ha denominado atinadamente «enfoques
deontológicos de la democracia».
Dentro del
variado panorama que ofrece la politología, aparece una perspectiva que no deja
de estar presente en el debate contemporáneo: la biopolítica. Lejos de ignorar
las múltiples implicaciones de la vida humana en los cálculos del poder que han
operado desde la antigüedad, en realidad esta lectura postula que la lógica
biopolítica se ha radicalizado con el advenimiento de la modernidad ampliando
considerablemente las diversas formas de control del poder sobre la vida.
Sus aportes
han sido significativos en el campo de la Política , el Derecho o la Economía y, por la
complejidad de los tópicos que aborda, no rechaza el sesgo disciplinar a
condición de situarla en relación con los más diversos discursos. Tampoco, como
puede desprenderse de los problemas tratados en sus distintas variantes, es
posible circunscribir a la biopolítica a un simple y efímero episodio epocal del
pensamiento como sostienen ciertas opiniones que acusan de cronolatría a
aquellos que se dedican a estudiarla.
Más allá de
las polémicas, lo cierto es que biopolítica ha captado como pocas estrategias
de indagación la estructura profunda de lo moderno. Una de estas lecturas que
aparece en boga es la de Giorgio Agamben con su Proyecto Homo sacer y cuya tesis fundamental pretende continuar las
indagaciones de Michel Foucault en torno a la biopolítica moderna, lo que
supone para cualquier interesado en el tema la necesidad de abordar la estrecha
relación entre ambos autores.
En tal
sentido, en los párrafos que siguen señalamos algunos problemas abordados por Foucault
y Agamben con el fin de comprender de qué se trata la perspectiva biopolítica:
1-Cualquier lectura desde el
pensamiento de Foucault implica una problematización de los tradicionales
abordajes de lo político. Como se ha señalado reiteradamente, sus indagaciones
se alejan de los típicos enfoques institucionales de la teoría del Estado,
cuestionado como afirma Deleuze, los Postulados del Poder que históricamente se
han considerado como la summa de
cualquier enfoque politológico: el «Postulado de la propiedad», el «Postulado
de la localización», el «Postulado de la subordinación», el «Postulado de la
esencia o del atributo», el «Postulado de la modalidad» y el «Postulado de la
legalidad».
Es por ello
que su obra es referencia obligada en cualquier indagación acerca de lo
político, precisamente por tratarse de una línea de pensamiento que
inteligentemente puede colocar en entredicho la estrategia epistémico-teórica
que tradicionalmente ha constituido a la politología.
En Foucault la
genealogía analiza la «procedencia», «emergencia» e «invención» de los objetos
de la indagación histórica. No existe un origen solemne de aquellas cosas que
investiga el historiador, sino que han sido creadas, fabricadas a partir de
comienzos bajos, pequeños, mezquinos. El historiador debe evitar las síntesis
unificadoras que desconocen la heterogeneidad de los acontecimientos, su dispersión,
su ausencia de continuidad, y debería considerarlos desde la procedencia que
«fragmenta lo que se pensaba unido». Los acontecimientos lejos de un origen
pacífico, emergen por los juegos de fuerzas, no contienen un fin preestablecido
sino que obedecen al «azar de la lucha». La concepción nietzscheana del
conocimiento ofrece herramientas útiles para comprender la relación entre poder
y saber, es decir, sobre lo que Foucault llama la «política de la verdad», ofreciendo,
además, una perspectiva crítica para comprender de qué se trata el conocimiento
al que no hay que aproximarse «como filósofos, sino como políticos».
De este modo, la
pregunta por el poder fundamenta una nueva
estrategia metodológica, el método
genealógico, que ha tenido una importancia decisiva a partir de las
lecturas de los textos nietzscheanos realizadas por Foucault. El objetivo que
se propuso el filósofo francés, es decir, realizar una «genealogía del Orden
Burgués», va a significar una serie de hitos bibliográficos que cuestionan sustancialmente
los tradicionales abordajes de lo político.
Es por ello
que las investigaciones emprendidas por Foucault se alejan de los modelos
semióticos que se concentraban en formas apaciguadas del diálogo, también de
aquellas lecturas inspiradas en la dialéctica hegeliana que interpretan la
historia como «teogonía» a partir de sistemas conceptuales prefijados. También
la perspectiva de Foucault se aparta de los tradicionales enfoques de la teoría
del Estado que se concentran en los análisis de la constitución o la soberanía,
o, también de las lecturas marxistas que enfocan sus estudios en los «aparatos
del Estado».
Desde su
estrategia genealógica, Foucault concentra sus investigaciones en los
dispositivos concretos del poder de la sociedad
disciplinaria, la prisión, el poder psiquiátrico o el encierro. Aparece
entre los siglos XVII y XVIII el poder de las disciplinas de la «anatomopolítica del cuerpo humano» y el
de la «biopolítica de la población»,
que significa un poder que tiene por objeto el invadir la vida, sometiéndola
cada vez más a los cálculos del poder estatal.
Se produce una
transformación cualitativa de las coordenadas políticas del mundo clásico tal
como alguna vez las formulara Aristóteles: si el hombre es una animal «capaz de
existencia política», en la modernidad será un animal «en cuya política está
puesta en entredicha su vida como ser viviente».
Sólo desde una
historia genealógica se puede analizar estos dispositivos, es decir, se puede
sacar a luz los mecanismos concretos de poder que reúnen una multiplicidad de
técnicas de poder-saber por medio de los cuales la vida cada vez más es
sometida a la ratio del poder y a
cuya lógica Foucault denomina biopolítica.
2-Pocos intentos por comprender
la lógica de lo político son tan interesantes y fructíferos como el proyecto Homo sacer de Giorgio Agamben. La tesis
fundamental con la que se inicia el proyecto pretende continuar las
indagaciones de Foucault en torno a la biopolítica moderna, denominando
paradigmas a aquellas categorías que utiliza en su indagación. Conceptos como Ausnahmezustand, iustitium, campo de concentración o Muselmann son, por cierto, «fenómenos históricos positivos», cuya
función es hacer comprensible al investigador contextos históricos más amplios.
Buscando
esclarecer el concepto de paradigma, Agamben considera detenidamente el
desplazamiento foucaulteano de la epistemología a la política, con lo cual el
paradigma se constituye en un «fenómeno genuinamente político». Como puede
desprenderse de la lectura de Signatura
rerum, la metodología agambeneana pretende fundamentarse a partir de
múltiples influencias, incluso desde un análisis de los conceptos nietzscheanos
de Herkunft y Entstehung, cuya importancia debe considerarse a la par de la «teoría
de las signaturas» que utiliza el autor en trabajos como El Reino y la Gloria.
Desde la
distinción entre bíos y zoé, el pensador italiano intenta comprender
los secretos del poder en Occidente que se expresan en una serie de
dispositivos e institutos jurídicos y políticos que han configurado el Estado
de Derecho moderno. Si bien esos institutos contienen una serie de promesas
emancipatorias y liberadoras, en realidad paradójicamente han supuesto una
radicalización de los procesos biopolíticos.
Nadie duda,
afirma Agamben, que no se deba negar los esfuerzos y conquistas de la
democracia a favor de la dignidad humana, sin embargo, de lo que se trata es de
comprender que, si bien es cierto que la cosmovisión democrática se muestra
triunfante, en cambio aparece incapaz de salvar a la zoé que supuestamente debería liberar.
En este
sentido, al finalizar este primer volumen de la serie Homo sacer el autor adelanta una serie de conclusiones que permiten
comprender el alcance de su mirada escéptica de la matriz política demoliberal.
La primera de estas conclusiones cuestiona el corazón de la ilusión liberal en
todas sus formas, al «poner en entredicho cualquier teoría del origen
contractual del poder estatal», lo mismo que todo intento de fundar el poder
apelando a alguna especie de identidad; la segunda, como lógica consecuencia
del des-velamiento de los arcanos de lo político, supone que desde siempre la
política occidental ha sido biopolítica, algo que impide fundar las «libertades
políticas en los derechos del ciudadano.»; por último, la tercera conclusión,
que según creemos es la más compleja y polémica del autor, trata sobre una
redirección de la mirada que cuestiona el significado del espacio público tal
como tradicionalmente lo han entendido los modelos de las ciencias humanas,
incluso la arquitectura y el urbanismo, una lectura que «arroja una sombra
siniestra» sobre tales modelos y remite a un centro está una nuda vida que, aunque «transformada y
más humana en apariencia», es la misma que «definía la política de los grandes
estados totalitarios del siglo veinte.»
A partir de
estas relaciones entre bíos y zoé es posible comprender el sentido del
proyecto agambeneano, es decir, por su referencia a la politicidad del hombre,
su carácter de ser político, y su conexión con la desarticulaciones producidas
por la metafísica occidental. O, precisando mejor el significado de la
indagación del Homo sacer desde los
vínculos entre filosofía y política: la cuestión es saber porqué la
«‘politización’ de la nuda vida es la tarea metafísica por excelencia» y cómo
ha operado el proceso de aislar la nuda
vida de la «multiplicidad de formas de vida concretas», algo que de forma
similar también ha realizado la metafísica occidental con el ser puro o haplos.
Es por ello
que, en su intento por des-velar los secretos del poder, Agamben nos sugiere
que son estos «conceptos vacíos e indeterminados los que parecen custodiar
sólidamente las llaves del destino político de Occidente», condicionando, al
mismo tiempo, cualquier posibilidad de cumplimiento del programa normativo de la
democracia liberal.
Daniel Inojosa
Politólogo - Unsj
Politólogo - Unsj