18 sept 2013

La biopolítica en Michel Foucault y Giorgio Agamben





Existen múltiples perspectivas en el debate teórico-político actual. Si bien algunas de ellas no dejan de pretender especificidad disciplinar atenta al campo autónomo y supuestamente irreductible de la Ciencia Política, lo cierto es que semejante aspiración no deja de ser problemática como lo advirtió Klaus von Beyme hace ya más de dos décadas. Basta señalar, por ejemplo, las vertientes más importantes de la «teoría de la democracia», a la cuales, por su confusa relación con la Ética, se las ha denominado atinadamente «enfoques deontológicos de la democracia».
Dentro del variado panorama que ofrece la politología, aparece una perspectiva que no deja de estar presente en el debate contemporáneo: la biopolítica. Lejos de ignorar las múltiples implicaciones de la vida humana en los cálculos del poder que han operado desde la antigüedad, en realidad esta lectura postula que la lógica biopolítica se ha radicalizado con el advenimiento de la modernidad ampliando considerablemente las diversas formas de control del poder sobre la vida.

Sus aportes han sido significativos en el campo de la Política, el Derecho o la Economía y, por la complejidad de los tópicos que aborda, no rechaza el sesgo disciplinar a condición de situarla en relación con los más diversos discursos. Tampoco, como puede desprenderse de los problemas tratados en sus distintas variantes, es posible circunscribir a la biopolítica a un simple y efímero episodio epocal del pensamiento como sostienen ciertas opiniones que acusan de cronolatría a aquellos que se dedican a estudiarla.
Más allá de las polémicas, lo cierto es que biopolítica ha captado como pocas estrategias de indagación la estructura profunda de lo moderno. Una de estas lecturas que aparece en boga es la de Giorgio Agamben con su Proyecto Homo sacer y cuya tesis fundamental pretende continuar las indagaciones de Michel Foucault en torno a la biopolítica moderna, lo que supone para cualquier interesado en el tema la necesidad de abordar la estrecha relación entre ambos autores.
En tal sentido, en los párrafos que siguen señalamos algunos problemas abordados por Foucault y Agamben con el fin de comprender de qué se trata la perspectiva biopolítica:

1-Cualquier lectura desde el pensamiento de Foucault implica una problematización de los tradicionales abordajes de lo político. Como se ha señalado reiteradamente, sus indagaciones se alejan de los típicos enfoques institucionales de la teoría del Estado, cuestionado como afirma Deleuze, los Postulados del Poder que históricamente se han considerado como la summa de cualquier enfoque politológico: el «Postulado de la propiedad», el «Postulado de la localización», el «Postulado de la subordinación», el «Postulado de la esencia o del atributo», el «Postulado de la modalidad» y el «Postulado de la legalidad».
Es por ello que su obra es referencia obligada en cualquier indagación acerca de lo político, precisamente por tratarse de una línea de pensamiento que inteligentemente puede colocar en entredicho la estrategia epistémico-teórica que tradicionalmente ha constituido a la politología.
En Foucault la genealogía analiza la «procedencia», «emergencia» e «invención» de los objetos de la indagación histórica. No existe un origen solemne de aquellas cosas que investiga el historiador, sino que han sido creadas, fabricadas a partir de comienzos bajos, pequeños, mezquinos. El historiador debe evitar las síntesis unificadoras que desconocen la heterogeneidad de los acontecimientos, su dispersión, su ausencia de continuidad, y debería considerarlos desde la procedencia que «fragmenta lo que se pensaba unido». Los acontecimientos lejos de un origen pacífico, emergen por los juegos de fuerzas, no contienen un fin preestablecido sino que obedecen al «azar de la lucha». La concepción nietzscheana del conocimiento ofrece herramientas útiles para comprender la relación entre poder y saber, es decir, sobre lo que Foucault llama la «política de la verdad», ofreciendo, además, una perspectiva crítica para comprender de qué se trata el conocimiento al que no hay que aproximarse «como filósofos, sino como políticos».
De este modo, la pregunta por el poder fundamenta una nueva estrategia metodológica, el método genealógico, que ha tenido una importancia decisiva a partir de las lecturas de los textos nietzscheanos realizadas por Foucault. El objetivo que se propuso el filósofo francés, es decir, realizar una «genealogía del Orden Burgués», va a significar una serie de hitos bibliográficos que cuestionan sustancialmente los tradicionales abordajes de lo político.
Es por ello que las investigaciones emprendidas por Foucault se alejan de los modelos semióticos que se concentraban en formas apaciguadas del diálogo, también de aquellas lecturas inspiradas en la dialéctica hegeliana que interpretan la historia como «teogonía» a partir de sistemas conceptuales prefijados. También la perspectiva de Foucault se aparta de los tradicionales enfoques de la teoría del Estado que se concentran en los análisis de la constitución o la soberanía, o, también de las lecturas marxistas que enfocan sus estudios en los «aparatos del Estado».
Desde su estrategia genealógica, Foucault concentra sus investigaciones en los dispositivos concretos del poder de la sociedad disciplinaria, la prisión, el poder psiquiátrico o el encierro. Aparece entre los siglos XVII y XVIII el poder de las disciplinas de la «anatomopolítica del cuerpo humano» y el de la «biopolítica de la población», que significa un poder que tiene por objeto el invadir la vida, sometiéndola cada vez más a los cálculos del poder estatal.
Se produce una transformación cualitativa de las coordenadas políticas del mundo clásico tal como alguna vez las formulara Aristóteles: si el hombre es una animal «capaz de existencia política», en la modernidad será un animal «en cuya política está puesta en entredicha su vida como ser viviente».
Sólo desde una historia genealógica se puede analizar estos dispositivos, es decir, se puede sacar a luz los mecanismos concretos de poder que reúnen una multiplicidad de técnicas de poder-saber por medio de los cuales la vida cada vez más es sometida a la ratio del poder y a cuya lógica Foucault denomina biopolítica.

2-Pocos intentos por comprender la lógica de lo político son tan interesantes y fructíferos como el proyecto Homo sacer de Giorgio Agamben. La tesis fundamental con la que se inicia el proyecto pretende continuar las indagaciones de Foucault en torno a la biopolítica moderna, denominando paradigmas a aquellas categorías que utiliza en su indagación. Conceptos como Ausnahmezustand, iustitium, campo de concentración o Muselmann son, por cierto, «fenómenos históricos positivos», cuya función es hacer comprensible al investigador contextos históricos más amplios.
Buscando esclarecer el concepto de paradigma, Agamben considera detenidamente el desplazamiento foucaulteano de la epistemología a la política, con lo cual el paradigma se constituye en un «fenómeno genuinamente político». Como puede desprenderse de la lectura de Signatura rerum, la metodología agambeneana pretende fundamentarse a partir de múltiples influencias, incluso desde un análisis de los conceptos nietzscheanos de Herkunft y Entstehung, cuya importancia debe considerarse a la par de la «teoría de las signaturas» que utiliza el autor en trabajos como El Reino y la Gloria.
Desde la distinción entre bíos y zoé, el pensador italiano intenta comprender los secretos del poder en Occidente que se expresan en una serie de dispositivos e institutos jurídicos y políticos que han configurado el Estado de Derecho moderno. Si bien esos institutos contienen una serie de promesas emancipatorias y liberadoras, en realidad paradójicamente han supuesto una radicalización de los procesos biopolíticos.
Nadie duda, afirma Agamben, que no se deba negar los esfuerzos y conquistas de la democracia a favor de la dignidad humana, sin embargo, de lo que se trata es de comprender que, si bien es cierto que la cosmovisión democrática se muestra triunfante, en cambio aparece incapaz de salvar a la zoé que supuestamente debería liberar.
En este sentido, al finalizar este primer volumen de la serie Homo sacer el autor adelanta una serie de conclusiones que permiten comprender el alcance de su mirada escéptica de la matriz política demoliberal. La primera de estas conclusiones cuestiona el corazón de la ilusión liberal en todas sus formas, al «poner en entredicho cualquier teoría del origen contractual del poder estatal», lo mismo que todo intento de fundar el poder apelando a alguna especie de identidad; la segunda, como lógica consecuencia del des-velamiento de los arcanos de lo político, supone que desde siempre la política occidental ha sido biopolítica, algo que impide fundar las «libertades políticas en los derechos del ciudadano.»; por último, la tercera conclusión, que según creemos es la más compleja y polémica del autor, trata sobre una redirección de la mirada que cuestiona el significado del espacio público tal como tradicionalmente lo han entendido los modelos de las ciencias humanas, incluso la arquitectura y el urbanismo, una lectura que «arroja una sombra siniestra» sobre tales modelos y remite a un centro está una nuda vida que, aunque «transformada y más humana en apariencia», es la misma que «definía la política de los grandes estados totalitarios del siglo veinte.»
A partir de estas relaciones entre bíos y zoé es posible comprender el sentido del proyecto agambeneano, es decir, por su referencia a la politicidad del hombre, su carácter de ser político, y su conexión con la desarticulaciones producidas por la metafísica occidental. O, precisando mejor el significado de la indagación del Homo sacer desde los vínculos entre filosofía y política: la cuestión es saber porqué la «‘politización’ de la nuda vida es la tarea metafísica por excelencia» y cómo ha operado el proceso de aislar la nuda vida de la «multiplicidad de formas de vida concretas», algo que de forma similar también ha realizado la metafísica occidental con el ser puro o haplos.
Es por ello que, en su intento por des-velar los secretos del poder, Agamben nos sugiere que son estos «conceptos vacíos e indeterminados los que parecen custodiar sólidamente las llaves del destino político de Occidente», condicionando, al mismo tiempo, cualquier posibilidad de cumplimiento del programa normativo de la democracia liberal.   


Daniel Inojosa
Politólogo - Unsj


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