Existen múltiples perspectivas en
el debate teórico-político actual. Si bien algunas de ellas no dejan de
pretender especificidad disciplinar atenta al campo autónomo y supuestamente irreductible
de la Ciencia Política ,
lo cierto es que semejante aspiración no deja de ser problemática como lo
advirtió Klaus von Beyme hace ya más de dos décadas. Basta señalar, por ejemplo,
las vertientes más importantes de la «teoría de la democracia», a la cuales, por
su confusa relación con la Ética, se las ha denominado atinadamente «enfoques
deontológicos de la democracia».
Dentro del
variado panorama que ofrece la politología, aparece una perspectiva que no deja
de estar presente en el debate contemporáneo: la biopolítica. Lejos de ignorar
las múltiples implicaciones de la vida humana en los cálculos del poder que han
operado desde la antigüedad, en realidad esta lectura postula que la lógica
biopolítica se ha radicalizado con el advenimiento de la modernidad ampliando
considerablemente las diversas formas de control del poder sobre la vida.